Los neumáticos desechados, las dos caras de una moneda
Los neumáticos desechados son uno de los mejores ejemplos que nos indican que la mayoría de las circunstancias tienen un lado positivo y uno negativo, las dos caras de una moneda.
Ciertamente un neumático tarda más de 1000 años en degradarse, y esto, hasta ahora y a la luz de una visión superficial, siempre ha sido visto como la peor característica de este material, pero ¿esta permanencia es realmente algo malo? Todo depende, no sólo del cristal con que se mire el asunto, sino del nivel de consciencia que tengamos y del manejo en consecuencia hagamos de los neumáticos desechados.
Cuando este material no es reciclado, sino que ingresa indefinidamente a un vertedero de basura, a un terreno baldío o al rincón del patio de un vecino, la durabilidad y resistencia de ese neumático desechado se convierte automáticamente en un problema, pues por una parte, ese neumático pasará año tras año albergando crías de mosquitos y de roedores transmisores de enfermedades, y por la otra, ese mismo residuo ocupará de manera inadecuada un espacio, con riesgo de quemarse, y producir los gases tóxicos que se generan durante el proceso de combustión de un neumático.
Pero entonces veamos la otra cara de la moneda, claro, ya sabemos que un neumático tarda más de 1000 años en degradarse. Pero hasta entonces quizás no nos habíamos percatado de que se trata de un material extremadamente resistente, flexible y duradero, que puede ser reciclado para elaborar muebles, carteras, cinturones, sandalias, parques infantiles, topes viales, paredes aislantes, e inclusive hasta se puede elaborar un asfalto para pavimentar calles y autopistas o para cubrir baches.
¿Cómo vemos ahora el hecho de que un neumático tarde más de 1000 años en degradarse? Pareciera no ser casual la lección que nos brinda este material tan resistente y versátil, el cual al fin y al cabo está elaborado de un material, que de alguna manera debería resultarnos bastante familiar.